Una de las características distintivas de los seres vivos es
su capacidad para reproducirse. Sin ella, todos los procesos que mantienen la
vida serían infructuosos al no poder darle continuidad en la siguiente
generación. En los mamíferos, la forma de fecundación es interna y el
desarrollo en la mayoría de los casos es vivíparo, lo que significa que el
embrión se desarrolla dentro del cuerpo de la hembra y nace vivo cuando se ha
completado su crecimiento. Casi todos los mamíferos se alimentan por medio de
una placenta, que asegura el aporte necesario de nutrientes y oxígeno durante
todo su desarrollo embrionario.
Aun cuando se ha repetido por miles de generaciones el
nacimiento de un nuevo ser, no deja de ser una maravilla que sorprende por la
exacta organización de los mecanismos involucrados, desde la producción de las
células sexuales hasta el desarrollo de un organismo en el que todos los
sistemas, órganos y tejidos se encuentran perfectamente acoplados para
conservar la vida. Veamos la reproducción humana como ejemplo del desarrollo de
los mamíferos. En el ser humano el sistema reproductor comienza a asumir sus
funciones durante la pubertad, en respuesta a señales provenientes del
hipotálamo, que llegan luego a la hipófisis y de allí a las glándulas sexuales.
Sistema reproductor masculino
En el hombre, los órganos
productores de células sexuales son los testículos. Éstos se
encuentran fuera de la cavidad del cuerpo porque necesitan mantenerse a una
temperatura menor que la corporal para asegurar la producción adecuada de
espermatozoides. La bolsa que os sostiene es el escroto, que se encarga de
acercarlos o alejarlos del cuerpo de acuerdo con las condiciones de temperatura
ambiental, para que siempre se encuentren a unos 35°C.
Los testículos, además
de producir espermatozoides, producen la hormona testosterona. Los
espermatozoides son las células más pequeñas del organismo humano. Solamente
constan de un núcleo y un collar de mitocondrias que les proporciona la energía
para mover su flagelo y llegar a su destino. En la punta del espermatozoide hay
enzimas que destruyen la capa de gelatina que rodea al óvulo. Los
espermatozoides —producidos en los testículos por procesos de espermatogénesis—
viajan a través de los tubos seminfferos hacia el epidídimo, donde se completa
su maduración y se almacenan. De allí pasan a la cavidad abdominal a través de
los conductos deferentes.
La cantidad de espermatozoides por mililitro de semen determina la fecundidad masculina. Un hombre que produce menos de 35 millones de células por mililitro de semen tiene problemas de fecundidad; y si produce menos de 20 millones suele considerarse estéril. En 1970, la cifra promedio de espermatozoides en un hombre normal era de unos 100 millones/ml, pero hoy el promedio ha descendido a 60 millones, posiblemente por factores ambientales, hábitos de tabaquismo y consumo de alcohol.
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