En la actualidad, el deterioro ambiental y las consecuencias que esto implica ha trascendido hasta convertirse incluso en un conflicto político y social entre naciones poderosas. Durante arios se han llevado a cabo encuentros mundiales (Copenhague en 2009 y Cancán en 2010, por citar los más recientes) con el objetivo de frenar las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, los intereses políticos y económicos de las potencias comerciales en ocasiones pesan más que la necesidad de lograr solucio-nes verdaderas a los problemas ambientales. Esta dicotomía ha quedado manifiesta desde la creación, en 1998, del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, Intergovernmental Panel Oil Climate Change), formado por 400 científicos, gracias a la iniciativa de la Organi-zación Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Su propósito era examinar las investigaciones realizadas en todo el mundo, publicar informes especiales y documentos técnicos para hacer ob-servaciones que reflejaran un consenso científico mundial sobre el cambio climático. Esta base fue el sustento del Protocolo de Kyoto, establecido en 1997 (que entró en vigor en 2005 y tendrá vigencia hasta 2012).
Este documento es un acuerdo jurídico internacional cuyo fin es frenar el cambio climático, al exigir a los países ricos que redujeran al menos 5% sus emisiones de carbono, lo cual significaría que las activi-dades productivas de dichos países se verían limitadas y que el financiamiento que destinaran a proyectos ecológicos debería ser bastante amplio. No obstante el gran problema ambiental que ya se vive en el mundo, no se han consolidado los objetivos de dicho Protocolo debido a desacuerdos con países como Estados Unidos, China e India, que se han resistido sistemáticamente a suscri-bir el convenio, no obstante que las emisiones que estas tres naciones producen representan casi la mitad de las emisiones mundiales. Por este motivo, en la reciente cumbre mundial para frenar el cambio climático, iniciada el 28 de noviembre de 2011 en Durban, Sudáfrica, uno de los principales objetivos es llegar a acuerdos que vinculen legalmente a estas potencias para realizar acciones concretas en beneficio del medio ambiente. De no lograrse que estos tres países asuman el acuerdo mundial, otras potencias como Canadá, Japón o Rusia también podrían retirarse de estos esfuerzos ambientalistas. Así, el futuro del planeta quedaría relegado ante los intereses de la econo-mía globalizada de las potencias comerciales. Otro ejemplo de las repercusiones de la contaminación atmosféri-ca se refiere a las emisiones totales de metano a través de los eructos y flatulencias que emite el ganado, las cuales se integran a la atmósfera, convirtiéndose en uno de los principales gases invernadero. Estudios de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) han demostrado que el ganado contamina más que los automóviles.
En México, esta situación se ha convertido en un problema, pues, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) de México, existe el doble de cabezas de ganado que de vehículos automotores. La solución que 'propone la FAO a diversos países, como Noruega, Argentina, Estados Unidos y México, entre otros, es buscar mejores alternativas de alimentación para el ganado con el fin de evitar la emisión de gases y disminuir las emisiones de metano.
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