Las pruebas o evidencias de la
evolución pueden ser:
Directas.
Fósiles que nos muestran cómo se fue-ron dando los
procesos de cambio en diferentes etapas de la historia geológica de la Tierra.
Indirectas. Nos demuestran el parentesco entre especies y nos permiten ir
delineando los árboles evolutivos de los organismos.
Evidencias directas: los fósiles Las primeras señales que
surgieron como indi-cadores de cambio en los seres vivos fueron los fósiles,
que son restos de organismos que vivie-ron en el pasado y que se han conservado
hasta nuestros días. Los fósiles nos pueden contar una historia acerca de
nuestro pasado y el de otros organismos. Se han encontrado, por ejemplo, los
huesos petrificados de dinosaurios, las impresiones de hojas que al caer al
lodo quedaron marcadas para siempre, o bien insectos atrapados en ámbar, que es
una resma de los árboles. También se han des-cubierto mamuts congelados que
todavía con-servan muchas de sus características originales. Aun las huellas
que han dejado algunos ani-males pueden ser muy elocuentes para los
pa-leontólogos, quienes descifran muchas de las características de los
organismos a partir de cualquier evidencia o rastro que hayan dejado. Existen
diferentes tipos de fósiles, como los que se mencionan a continuación :
- Restos petrificados (huesos, conchas).
- Huellas.
- Impresiones.
- Inclusiones en ámbar.
- Restos congelados.
.
Algunos fósiles nos muestran una sucesión geológica en la
que se revelan desde las formas más primitivas, hasta las más evolucionadas de
un organis-mo. Esta sucesión es una prueba de la evolución. Un ejemplo de
registro que nos ha permitido descubrir la his-toria de la evolución de un
organismo es el de los fósiles que se han encon-trado del caballo, desde los
primeros que surgieron hace 50 millones de arios hasta el actual. Como se puede observar, el caballo ha ido evolucionando hacia un tamaño
cada vez más grande, más alto y con patas con menos dedos, hasta llegar a la
pezuña, lo cual le facilita correr rápidamente para escapar de sus predadores.
El registro fósil, sin embargo, no siempre es continuo, ya que cuando se quiere
reconstruir la historia de un organismo, muchas veces hay huecos que dificultan
la investigación.
Un tipo de evidencias muy valioso son las formas de
transición, en las que se nos muestran for-mas intermedias entre antepasados
primitivos y formas más evolucionadas.
Por ejemplo, se ha encontrar do el
fósil de un organismo intermedio entre los peces y los anfibios. De los
primeros, dicho organismo poseía una aleta caudal (en la cola) y de los
segundos cuatro extremidades y respiración pulmonar.
Otra evidencia es el
hallazgo del Archaeopterix, un organismo con patas y cuerpo de reptil pero con
alas y plumas de ave, el cual nos muestra el posible paso evolutivo de los
dinosaurios a las aves.
Evidencias indirectas
Entre las pruebas indirectas de la
evolución, se encuentran: la anatomía comparada, la embriología comparada, la
biogeografía y la bioquímica compa-rada. Veamos cada una en detalle.
Anatomía comparada Al observar los órganos de varias
especies y compararlos, se ha llegado de forma indirecta a conclusiones muy
interesantes. Por ejemplo, todos los vertebrados terrestres tienen en sus
miembros anteriores una estructura de acuerdo con un ordenamiento fijo, al que
se le llama "unidad de plan". Aunque tengan funciones distintas las
alas de un murciélago, las aletas de un pingüino y el brazo de un ser humano,
todos tienen los mismos huesos; uno en el brazo, dos en el antebrazo, pequeños
huesos en la muñeca, huesos largos en la palma y pequeños huesecillos en los
dedos . Estos órganos se conocen como órganos homólogos. La explicación
más lógica para las similitudes entre éstos es la posibilidad de que todos
desciendan de un antepasado común. La observación de órganos homólogos nos muestra
un proceso de evolución divergente, en el que a partir de algún antepasado
común se han desarrollado adaptaciones a distintas condiciones ambientales por
presiones de selección . Los órganos vestigiales son también una
evidencia de la evolución, ya que son homólogos a los que hay en especies
relacionadas, aunque se encuentran en vías de desaparición y ya no son
funcionales. Por ejemplo, se cree que las serpientes evolucionaron a partir de
reptiles del tipo de los lagartos; en el esqueleto de algunas serpientes se
pueden observar pequeños huesos de patas Esto nos señala que posiblemente al ir
evolucionando se fueron seleccionando las serpientes con patas cada vez más
pequeñas, al grado de que en la actualidad estos órganos ya no son funcionales.
El apéndice del ser humano está considerado también como un órgano vestigial
que en el pasa-do tuvo la función de contribuir a la digestión de vegetales,
cuando el ser humano era predominantemente herbívoro. Ahora que ha modificado
su alimentación y se ha vuelto omnívoro, este órgano se encuentra en vías de
desaparición. También se consideran vestigiales en el ser humano el cóccix, el
vello corporal, los terceros molares —o muelas de juicio— y los músculos que
mueven las orejas. Los órganos análogos son estructuras similares en su forma y
cumplen la misma función, pero provienen de un origen diferente. Por ejemplo,
las alas de los insectos, de las aves y de los murciélagos tienen un origen
distinto y estructuralmente son diferentes, pero la evolución las ha llevado a
adquirir formas
similares de manera que respondan las demandas ambientales y
cumplan con una función específica. Estos órganos nos muestran un proceso de
evolución convergente, en el que, de orígenes diversos, se llega a una
estructura superficialmente similar
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