Cuando comemos y respiramos podemos adquirir nutrientes y
oxígeno, indispensables para mantener con vida a nuestras células. Sin embargo,
surge un gran problema: ¿cómo hacer para que el oxígeno y los nutrientes
lleguen a todas las células, por ejemplo, a las que se encuentran en la punta
del dedo gordo de mi pie derecho? La respuesta a ello es que dentro de cada
organismo existe una especie de canales de distribución, un río interno (como
lo llamara el escritor y bioquímico soviético Isaac Asimov) que viaja a todo el
cuerpo y que llega a todos los rincones de nuestro organismo, sin dejar fuera a
ninguna célula por apartada que se encuentre.
Este río interno es propulsado
por el corazón para distribuir equitativamente el alimento a todas las células
del cuerpo. El sistema circulatorio abarca muchas funciones: distribuir oxígeno
y nutrientes a todo el organismo, llevar dióxido de carbono a los pulmones,
transportar sustancias tóxicas y de desecho hacia los riñones, distribuir
hormonas y vitaminas adonde hagan falta, y regular la temperatura. Por si fuera
poco, posee células de defensa que destruyen cualquier partícula, virus o
bacteria que entre al cuerpo.
Función de cada uno de los componentes de la sangre
En general, la composición de la sangre es muy similar en
todos los vertebrados, asi que analiza-remos la del ser humano, como
representante de todos ellos. Una persona tiene un promedio de cinco litros de
sangre, de la cual 60% es un líquido amarillento llamado plasma El plasma
contiene principalmente agua, pero también transporta sustancias como iones,
proteínas, enzimas, grasas, colesterol, hormonas y vitaminas
.
El volumen restante de la sangre (40%) está formado por
células. De éstas, las más abundantes son los eritrocitos o glóbulos rojos, que
son en forma de disco y están especializadas en transportar oxígeno. En un
milímetro cúbico de sangre hay aproximadamente cinco millones de eritrocitos. El
componente principal en un eritrocito es la hemoglobina, proteína que le da su
característico color rojo y que tiene la capacidad de incorporar el oxígeno, y
convertirse en oxihemoglobina. Cuando el eritrocito atraviesa por lugares de
baja concentración de oxígeno, la hemoglobina libera el oxígeno y puede incorporar
el dióxido de carbono, convirtiéndose en carboxihemoglobina. En este caso, el
color que toma el eritrocito será rojo muy oscuro. Los eritrocitos de los
mamíferos son diferentes a los de todos los demás vertebrados, debido a que
carecen de núcleo. Esto facilita que tengan una mayor concentración de
hemoglobina, pero impide que se reparen a sí mismos o que se reproduzcan, así
que viven unos 120 días y son reemplazados por nuevos eritrocitos que se
producen en la médula ósea. La sangre también contiene glóbulos blancos o
leucocitos. Éstos son más grandes y menos numerosos que los eritrocitos. Hay de
seis mil a nueve mil por milímetro cúbico de sangre. Los leucocitos sí tienen
núcleo y desempeñan un papel muy importante en la defensa del organismo contra
microorganismos invasores. Se encuentran varios tipos de leucocitos:
Granulocitos. Contienen muchos gránulos en su citoplasma. Su núcleo es
irregular y su función es fagocitar bacterias y otras sustancias extrañas. De
acuerdo a la forma en que responden a las tinciones, se les clasifica como
neutrófilos, eosinófilos y basófilos. Monocitos. Tienen un núcleo grande y
también fagocitan las bacterias. Responden lentamente, pero pueden destruir más
bacterias que los granulocitos. Pueden salir de la circulación y convertirse en
macrófagos. Linfocitos. Producen anticuerpos para combatir elementos extraños.
Son muy importantes porque participan en la respuesta inmune. Cabe mencionar
que el VIH es un virus que ataca los linfocitos y los inutiliza Por esta razón,
causa el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).
Las personas que
padecen sida dejan de producir anticuerpos, por lo que cualquier enfermedad o
infección que les ataque puede ser mortal, ya que no tienen defensas para
combatirla. Las plaquetas son fragmentos de células más grandes que participan
en los procesos de coagulación de la sangre. Se originan a partir de células de
la médula ósea, llamadas megacariocitos. Son fragmentos de su citoplasma, que
se desprenden de él, carecen de núcleo y viven solamente de unos 10 a 12 días.
Hay unas 300 000 por milímetro cúbico de sangre. Cuando se produce una herida,
las plaque-tas detectan que hay una superficie irregular en el vaso sanguíneo
dañado e inmediatamente lo bloquean e impiden una pérdida mayor de sangre.
Las arterias llevan sangre oxigenada, de color rojo claro, a
los tejidos. La aorta se subdivide en arterias cada vez más angostas, las
arteriales, distribuidas por todo el cuerpo. Como viajeros a bordo de nuestra
gota de sangre, vemos que hemos pasado de un ancho y caudaloso río a pequeños
arroyos, cada vez más angostos. Los vasos por los que viajamos llegan a ser tan
delgados como un cabello y se llaman vasos capilares. En estos vasos los
eritrocitos sólo pueden pasar de uno en uno, lo que les permite estar muy cerca
de los tejidos y realizar el intercambio de gases. Liberan oxígeno hacia las
células y absorben el dióxido de carbono que ellas han producido por la
respiración celular
No hay tejido en el cuerpo, por lejano o profundo que esté,
que no tenga cerca un vaso capilar. Si se llega a interrumpir la circulación en
algún o algunos vasos capilares, las células de la zona mueren por falta de
oxígeno. Esto es lo que sucede cuando, por ejemplo, se produce un coágulo que
bloquea la circulación. Una vez realizada la entrega de oxígeno, continuamos
nuestro camino por la circulación. Los vasos capilares comienzan a hacerse cada
vez más gruesos, y se dirigen de nuevo al corazón. Mora se han convertido en
vénulas y después, al hacerse más anchas, en venas que transportan sangre
desoxigenada, cargada de dióxido de carbono, por lo que adquiere un color rojo
oscuro, casi negro. Llegamos al corazón a través de la vena cava, que es muy
ancha. Entramos a la aurícula derecha y bajamos hacia el ventrículo derecho, de
donde seremos enviados con fuerza hacia los pulmones. En los pulmones, la
sangre tiene la oportunidad de oxigenarse porque los alveolos están llenos de
oxígeno que intercambian por dióxido de carbono con los eritrocitos. Una vez
oxigenada, la sangre sale del pulmón y se dirige de nuevo hacia el corazón,
entrando por la aurícula izquierda. Ahora la sangre está lista para volver a
ser enviada a todo el cuerpo, así que pasa hacia el ventrículo izquierdo para
iniciar de nuevo su recorrido. Nuestro viaje ha concluido.
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