Cuando una población es muy grande y se
reproduce, las frecuencias de sus alelos suelen mantenerse constantes de una
generación a otra, la población se mantiene estable, sin cambios. Si la
población disminuyera drásticamente, existiría el riesgo de que los alelos ya no
se mantuvieran en las mismas proporciones para la siguiente generación.
Volvamos al ejemplo de las ranas en la charca. Imaginemos una población de cien
ranas en la primera charca, 50 de ellas verdes y 50 moteadas. Al reproducirse
estas ranitas podríamos esperar que la descendencia mantuviera proporciones similares
en cuanto a los colores: verdes y moteadas.
Vayamos ahora a la otra charca, en
ella hay cuatro ranas, dos verdes y dos moteadas. Pero las moteadas se salieron
de su charca y se las comió una serpiente.
Así que para la siguiente generación
ya no habrá ranas moteadas.
La población se ha modificado por la muerte de sólo
dos ranas. Este efecto, en cuanto a la variación en los genes, suele darse en
las poblaciones demasiado pequeñas; en ellas cualquier cambio en un organismo
repercute de manera directa en la frecuencia de los alelos y es factible que se
produzcan cambios drásticos que conduzcan a la formación de una nueva especie.
La deriva génica puede producir fenómenos de micro evolución, que se
caracterizan por suceder en pequeñas poblaciones y ser observables en
relativamente poco tiempo, sin tener que esperar a que pasen millones de años.
En algunos casos, las poblaciones pasan por lo que se llama un cuello de
botella, que es una catástrofe que mata a muchos miembros de la población y la
disminuye al mínimo. Los organismos descendientes van a tener una menor
variabilidad que los que vivían antes en la población, lo que puede tener
repercusiones serias en la capacidad de la especie para adaptarse a su medio
ambiente.
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